Wednesday, August 11, 2010

IRMA CUÑA


PRODIGA

Volví a la luz extensa del verano
y al viento circular de las esquinas.

Neuquén es un cristal,
un cuarzo sepia.

Pueblo desconocido
donde inventé el espejo de una historia
y la poblé de cascos en el aire.
(en aquel aire ululador y tenso).
Un aire tangible
que mas parece un agua, una corriente,
un surtidor horizontal
-un brazo-
que el natural camino de la cara.
Y otra vez ese polvo amarillento
y esas piedras hundidas
entre pelos de pastos requemados.

Patria de negación: sin
verdes,
rojos,
alas,
concavidades.
Sólo este movimiento del planeta
espiral o de flecha,
bamboleo.
Fui a buscarte quetzales,
mariposas,
enormes colas de serpientes vivas,
venados tímidos,
turquesas,
y me has devuelto el filo del silencio
y el ardor de la arena
para siempre.

CASI UNA NIÑA...
Casi una niña,
el collar de claros corales a la espalda,
huyes vestida de gasa, de lila, de rosa.
Llevas los ojos en los pies que no alcanzo,
los ojos en las manos escondidas,
los ojos en la cara sin huésped.
Dejas una espuma
ahilada
de trigo,
una confusión de lino
en tanto aire,
la copa de amapolas desvaídas,
el mundo de polen en vuelo.

Reclinada en la ausencia del agua,
segura entre rocas invisibles,
la almohada de silex te espera como una concha áspera.

La niña flor va por el aire
entre los dedos lisos de las ramas,
sin tocar el hilván de la luz,
separada,
mujer de muro mielado,
olvidada del sol,
mariposa confusa,
caléndula,
uva moscatel que el otoño mueve.

De espaldas,
sola,
por innumerables senderos
las hojas caen sin ruido
y ella desciende una colina
hoja a hoja
hoja a hoja
y un paso
y luego el otro
entre los troncos.
Hacia abajo pesa su estatura y su sombra;
en cada pie soporta el cuerpo.
el cielo atrás
la empuja
hacia un valle invisible.
ella
solamente
desciende,
paso a paso, como un collar de gotas.
por los senderos,
grávida,
su lluvia redonda estremece la tierra
y atrás de su talón se va secando la humedad,
cualquiera huella.


Corre un momento,
atrapa un mimbre alto,
pero siempre
desciende
paso a paso
hacia el posible valle,
contra el cielo.

ISLA NADIE

Mi corazón sostiene cinco muertes
Y un resplandor de fuga.
¿Cómo amar el resquicio por donde fluyen mariposas ebrias?
Consuélame de tanta muchedumbre,
De este jirón de rostro pudriéndose en la orilla.
Mitad de río,
lumbre,
viento largo.
Precipicio de amigos
y olvido de cavernas.

Nadie. Deshabitada convoco algunas sombras
y un ritual apagado para manos oscuras.

El sueño es una roca derrumbada.

Irma Cuña,poeta,docente Universitaria,doctora en Letras.Nació en Neuquén en el año 32. Investigadora del Conicet sobre el Discurso Utópico Latinoamericano.En el 75 debió exiliarse junto a su marido tras ser amenazados por la triple A. Trabajó en investigación en la Sorbona de París y la UNAM de México. Desde 1999 integró la Academia Argentina de Letras. Entre su obra poética mas representativa se encuentran los libros: Neuquina (1956), Menos Plelilunio (1964), Maneras de Morir (1974), El Extraño (1977), El Riesgo del Olvido (1993), y una recopilación de toda su obra editada por Editorial Ultimo Reino.Reconocida tardíamente, pero con una gran aceptación entre los escritores mas jóvenes de toda la Patagonia,falleció en su ciudad un 16 de Mayo del 2004.

Saturday, August 07, 2010

SHARON OLDS


(dos poemas traducidos por Mirta Rosenberg,y otros dos por Ezequiel Zaidenwerg))

SATÁN DICE
Estoy encerrada en una cajita de cedro
que tiene un cuadro de pastores pegado
sobre el panel central,tallado a los lados.
La caja se sostiene sobre unas patas curvas.
Tiene un cerrojo de oro en forma de corazón
sin ninguna llave.Escribo para tratar de salir de la caja cerrada,
que huele a cedro. Satán
viene a mi en la caja cerrada
y dice: yo la sacaré de ahí. Diga
Mi padre es una mierda. Digo
que mi padre es una mierda y Satán
se ríe y dice: Se está abriendo.
Diga que su madre es una alcahueta.
Mi madre es una alcahueta. Algo
se abre y se rompe cuando lo digo.
Mi espalda se endereza en la caja de cedro
como la espalda rosa de la bailarina del prendedor
con un ojo de rubí que descansa junto a mi,
sobre el satén en la caja de cedro.
Diga mierda, diga muerte, diga al carajo el padre,
me dice Satán al oído.
El dolor del pasado encerrado zumba
en la caja infantil sobre su cómoda, bajo
el ojo redondo del estanque
con rosas grabadas alrededor, donde
el odio hacia ella misma se miraba en el dolor.
Mierda. Muerte. Al carajo el padre.
Algo se abre. Satán dice:
¿No te sientes mucho mejor?
La luz parece quebrarse sobre el delicado
prendedor de edelweiss, tallado madera de dos tonos.
También lo quiero,
sabe, le digo al oscuro a Satán
en la caja cerrada. Los amo pero
trato de decir lo que nos ocurrió
en el pasado perdido. seguro, dice
y sonríe, seguro. Ahora diga: tortura.
Veo, en la oscuridad impregnada de cedro,
que se abre el borde de una gran bisagra.
Diga: la verga del padre, la concha
de la madre, dice Satán, y la saco de ahí.
El ángulo de la bisagra se ensancha
hasta que veo el contorno de la época
antes de que yo fuera, cuando ellos se
abrazaban en la cama. Cuando digo
las palabras mágicas, verga,concha,
Satán dice suavemente, Salga.
Pero el aire que rodea la abertura
es pesado y denso como humo ardiente.
Entre, dice, y siento su voz
que respira por la abertura.
La salida es a través de la boca de Satán.
Entre en mi boca, dice, ya está,
allí,y la enorme bisagra
empieza a cerrarse. Oh,No, también
los quería,afirmo el cuerpo,lo tenso
dentro de la casa de cedro.
Satán sale aspirado por el ojo de la cerradura.
me deja encerrada en la caja, sella
el cerrojo en forma de corazón con el lacre de su lengua.
Ahora es su ataúd, dice Satán.
Apenas lo escucho;
me caliento las
manos frías en el ojo de rubí
de la bailarina-
El fuego, el súbito descubrimiento de lo que es el amor.


RETROCEDO A MAYO DE 1937
los veo de pie en la formal entrada de sus universidades,
veo a mi padre salir despreocupadamente
por el arco de arenisca ocre , las tejas
rojas que brillan como curvos
platos de sangre detrás de su cabeza, veo
a mi madre que carga unos pocos libros livianos
de pie junto a la columna hecha de ladrillos diminutos con
las puertas de hierro forjado aún abiertas a su espalda, sus
remates de lanza negros en el aire de mayo,
están a punto de graduarse, están a punto de casarse,
son niños, son tontos, lo único que saben es que son
inocentes, jamás le harían daño a nadie,
deseo acercarme a ellos y decirles Deténganse,
no lo hagan...ella es la mujer equivocada,
él es el hombre equivocado, van a hacer cosas
que no pueden imaginar que alguna vez harían,
van a hacerles cosas malas a sus hijos,
van a sufrir de una manera de la que jamás oyeron hablar,
van a desear morirse. Yo deseo
acercarme a ellos allí en la última luz de mayo y decirles,
el rostro ávido bonito y vacio de ella vuelto hacia mí,
su lastimoso bello cuerpo intocado,
el rostro apuesto arrogante y ciego de él vuelto hacia mí,
su lastimoso cuerpo bello intocado,
pero no lo hago. Quiero vivir. Los
levanto como a muñecos de papel
hombre y mujer y los froto entre sí con fuerza
a la altura de las caderas como astillas de pedernal
como para sacar de ellas una chispa, digo
Hagan lo que están por hacer, y yo se los contaré todo.

FIN
Nos decidimos a abortar, y juntos
nos volvimos asesinos. No cambió nada con
el próximo período: estaba muerta, esa pareja joven
que alguna vez había abrazado la vida.
Mientras lo discutíamos en la cama, el choque
no nos sorprendió. Fuimos a la ventana,
y miramos los autos hechos un acordeón,
las esquirlas de vidrio reluciente,
como si los culpables fuéramos nosotros.
La policía retiró los cuerpos,
ensangrentados como bebés recien nacidos,
por el huequito humeante de la puerta,
los colocó en el césped, y los cubrió con sábanas
que se empaparon en el acto. Sangre
empezó a caer de entre mis piernas
y manchó mis pantuflas. No me moví de ahí,
viendo cómo arrojaban a la figura atada con correas
por la abertura negra de la ambulancia, y cómo
paraban a la otra, la cabeza cubierta con vendajes,
dos manchas en reemplazo de los ojos.
La mañana siguiente me tuve que agachar
una hora en el piso, para limpiar mi sangre,
frotando un trapo húmedo por las manchas brillosas
y traslúcidas, como quien deja la sartén
largo rato en remojo
después de que la fiesta terminó.

LA ESPECIALISTA EN BABOSAS
Cuando era especialista en babosas, apartaba
las hojas de la hiedra, en busca de esos cuerpos
traslúcidos, brillosos, de gelatina verde,
que subían reptando lentamente
a mi merced, por la pared de piedra.
Al estar hechas casi todas de agua,
morían al instante si les echaban sal,
pero eso no era lo que a mí me interesaba. Lo que a mí me gustaba
era correr las hojas de la hiedra, quedarme respirando
el olor de la pared, y esperar en silencio hasta que el bicho
se olvidara de mí, y sacara las antenas;
ver cómo esos cuernitos relucientes se alargaban
como si fueran telescopios, hasta que finalmente
los extremos sensitivos salían a la luz,
íntimos e infalibles. Unos años más tarde,
cuando vi por primera vez a un hombre desnudo,
me sorprendió observar cómo se repetía
el callado misterio, ver a esa criatura
parsimoniosa y elegante salir de su escondite
y brillar en el aire polvoriento,
deseosa y tan confiada
que una podría llorar.