Tuesday, November 09, 2010

MARIA MELECK VIVANCO


Los amantes se giran

El trópico de cáncer cautiva lentos péndulos Ingresa en la
blancura sin malquerer su música
Va a descubrir la maga que lo gire en el mundo Va a descubrir
Idénticos ya no superponibles Dexogiros que avientan
las ventanas del viento Va a descubrir girando quiero amarlo
de cerca Giran las parsimonias en ahuecadas órbitas Estrellas
sospechadas que con la bestia giran Las carmelitas
giran con sus rosarios púdicos Giran en las caderas y el
ombligo indefenso Giran chorro de amor de mirarte y tocarte
Giran de sollozar eternamente océanos
Este polvo que gira y la locura gira Los amantes se giran
para siempre jamás


Su gran hongo pálido

Todos los tristes de la tierra, mezclando en un mismo cubilete
nuestros dados oscuros.
Oh Cuidad los abalorios Cuidad las alabanzas Que detengan
el fulgor del deseo frente al bronce quemado de los ángeles
Esos escarlatas invisibles que desnudan la piel del elefante
Que nos tocan y rugen Que nos tocan y trastabillan Que nos
tocan y cubren el corazón con una marea ciega
Entrégate a los membrillares del agua ven a conocer sus
riesgos Vibra eternamente en el oro rotundo de los campanarios
Que el verdugo defienda su collar de amatistas Más tierno
que la suplicante del mar Que niños enterrados en jardín de
cenizas Que el olvido y más olvido en carne viva de la muerte
¿Será la sustancia de Dios que nos reúne? ¡O el colibrí
fantasma que detuvo su goce en la criatura? ¿Acaso la esplendidez
del alce confundió a la metralla? ¿O se junta polen de
luna en el ombligo de las vírgenes?
¿Será que anda de incendio en incendio la venenosa duda Y
su gran hongo pálido desciende a conocer la sombra?

Pro mundo

Infinidad de veces nos vemos la mirada
Una gran nave gótica La ventana ojival y la pulsión maniquea
de la condena, van cerrando con furia los párpados de
los aparecidos
jacintos y anémonas marinas son mapas esplendorosos que
exhibe la resaca Diluye sus golfos en sarapes negros llenos
de infancia Llenos de antiguo monte
Los máximos toreros apostarán en la faena de la sombra
Aprendí a usar mis lágrimas
Aquí el pro mundo nos aturde Nos hace comensales de los
peces alados


Hay que tocar cuidado


El pez xifo pasea sus membranas heridas, acariciando
piedras livianas de la muerte Antiquísimo pez como un niño
dormido Tal la tribulación La levedad del alma
El tórrido contacto voltea mariposas El himen se deshace en
espumas He aquí la magnitud del desamparo de espejos que
nos muestran su alumbramiento mágico y pesan en el aire
hasta asfixiar la rosa El atrás de otro día El mínimo cabello
He dejado de amarte Y se abre entre mis manos un ropero
vacío Largos trapos de noche visten a la demente Pulseras
de oro negro que naufragan tobillos No hay sitio que me
plazca desde que no te alumbro Hay que tocar el sueño con
ardientes milagros Hay que tocar la llama secretamente de
antes
Hay que tocar cuidado esas violetas pútridas Hay que tocar
un límite plenamente loado
Reptar el infortunio de loza con hormigas La rabia de mi
cuerpo bajo tu sexo en rabia
Mi pupila de noche donde navega el día
Piedra de suavidad
El fanal de una tórtola se disuelve en el cielo De los jacarandaes
chorrea miel azul
Guardo en mi corazón el desamparo que respiran los muertos
La trayectoria bautismal del poema Los fragores del mar
Del inasible mar La llave que abre las cartas de los prisioneros
El refucilo adelantándose a la rosa Los piratas del sol
Que enarbolan un remolino de oro con su séquito
Y extraigo de la piedra de suavidad, el inquietante cárdeno
que sustrae mis besos
Envuelta en ciclámenes
Ayer moría resignadamente en libélulas espléndidas Las
aniquilaciones Las penetrantes miradas convergían a mi
pulso
Yo caminaba entre cipreses en la gloria del faro intocado
Nada más justo para resucitar y desvanecer Para tornarse
en rosas de inca innominadas En ciegos insectos artesanos
de su abismo
Ayer moría entre ajadas nalgas y maliciosos conjuros
del amor Incapaz de fundir mis brazaletes De hacer polvo los
labios Los altos hornos del beso
Mi cintura golpeada por los vientos del este Los cardúmenes
navegando en sus galaxias La resinancia del águila del mar
Ayer moría enredada en la luz En la clorofila azarosa de mi
sangre En el rayo azul del espectro de todas las cosas
Moría con los ídolos de sombra Las hierbas indefensas Las
ardientes iniciales del sueño Los miriñaques de Dios
Hueso sonámbulo
Corazón, guarda tus vociferaciones Donde los muérdagos
conducen la mascarada del sueño
Oh cuántos trotamundos Cuántas islas dolientes que desbordan
el sexo Madrugadas de amarga flor y niños tiritantes
que flagelan los trenes
Los anzuelos que arrojamos al mar traen al vacilante
corazón suspendido Nuestra mascota es un hueso sonámbulo
Lastima el esplendor de las antípodas Las huellas digitales
del invierno Las miradas tiránicas del sol Sus rigurosos signos
Porque nada duele más que la fláccida corona de intemperie
Que el cotidiano viaje de recorrer las muertes.