Thursday, December 30, 2010

Leonor García Hernando



TANGER

puerto al norte de Africa
prostíbulo al sur de Buenos Aires

animales del desierto
huesos de la noche helada en arenas inmensas brillan
como rústica nieve
insisten en blanquear en la noche esférica
alucinan como gasas de hospital caídas en un balde eterno
animales de la pobreza
huesos de fósforo frío fulgor de lo que inmóvil envejece
con una acumulación intensa de desprecio
una lepra del paisaje que el "pampero" raspa,
animales del ardor
espinazos de un agua consumida y la luna astillada como
otro hueso en el cielo seco
Tanger animales del prostíbulo
el puente pesado de camiones y reses que pierden su
sangre trágica en la velocidad
animales del calor que fermenta
del invierno que rasura las uñas con espuma rancia
animales del desorden
de lo que espantado, exige de los bordes otra dulzura que
no está
animales de presa de largos cuellos
dóciles, de gruesos hocicos ávidos
huesos de la belleza
lo que dura en la intemperie vasta y alumbra los túneles
con los lánguidos tallos de luz de las antorchas
huesos frágiles
animales del pudor de enrojecidos
pómulos silvestres, de cielos ingrávidos sobre pastizales
mansos
animales de la infancia en Tanger
en los focos purpúreos frente a los espejos
ciruelo de flores nítidas
y esos hombres acodados a un mostrador que es humo
los ojos desbastados, ilusos la lengua como un naipe
pesado
hombres marcados contra muros blancos de hospicio
con una sed que calma el gin y otra sed que persiste
como una cicatriz
bajo las arcadas el cementerio de automóviles y esos
animales del desastre
con camperas de un hule agobiado
un perfume a violencia el pulgar sellando muslos
ceñidos en redes negras sentados perplejos en bancos
del lupanar
animales de Tanger.


ha sido una tarde espléndida sobre los
viejos plátanos que rodean la terminal de ómnibus
y ella dijo: __ no hay nada bueno que empiece por ser una
herida.
No quiero esos obsequios miserables.
Era una niña de sienes desordenadas; una boca de
labios gruesos acurrucada y saliente como una cornisa
cuál era mi ofensa? qué perdería cerca de las lanchas
que derivan? qué perdón no alcancé entre cortezas
qué arrastrado manto, qué lunares y las palabras rarísimas
caídas en el umbral helado?
y ella dijo: __ atardece con hojas de una pobre suavidad.
No es poco ser olvidado. Quedar como una cáscara en
el verano del agua estancada.
No es poco tocar la repugnancia de tu madre al mirarte
y saberse tan cercana al musgo, tan porosa y ataviada de
vendas.
La tarde mueve sus pliegues caballos de tinta que se
acumulan esta ilusión de porvenir y derrota
nadie despide mi cuerpo
nadie pone su lengua en mi vientre
no quitarán mi blusa en las sombras. Las suaves
construcciones de seda japonesa adherirán poco más que
azulejos salpicados de sangre
y ella dijo: __ tenía una poética de lencería
qué hacer ahora con esas enaguas, esas caídas del satén en
los tobillos?
tantos pliegues el vestido de profundo escote para
bailar sobre baldosas frías el salón inmenso de tangos
donde he pedido
y me quitaron más y más
y todavía el pezón sobre el "cuore" lo han arrancado
tantos pliegues un borde marcado de encajes
mínimo telón para las piernas que se ocultan y aparecen
es tarde en las hojas que oscurecen impregnadas.
Oculta por un antifaz, podría acercarme a las carrozas
y collares de una palidez opaca, con sus lentos roces sobre
la herida; consumen el paisaje inestable de la fiesta.
Queda el desierto con su almendro de leche
y ahora, bajo los pliegues, el ancho cuchillo de cocina.


No tuve sueño. 0tros dormían en largas camas despo-
jadas.
Tardaba en regresar al Hotel para desnudarme.
Pude durar como un mostrador en el humo de la
inocencia.
Había astillas que enganchaban las medias para
dejarme suspendida como una araña de agudas patas
violetas.
Había un pequeño ventilador sobre la mesa de luz y al
rotar sus aspas, alguien murmuraba en la pieza
qué olvidar? esa caja de víctimas que guardaba celosa
entre enaguas esas adolescentes de acuario; sus
delantales desparejos, arrugados en el encierro
éramos bellas en el secreto de un cuarto agrio niñas de
mí bajo la hiedra pobres fotos arrancadas del relicario
familiar.
Alguien bajaba las escaleras y las maderas del pasillo
se estremecían.
El calor se podía tocar como el cuello de un animal.
Sonreía estúpida en el espejo del armario como quien
sella con lacre la carta que confiesa una infamia.
No dormía. No tenía sueño. Deseaba que un asesino
me visite y tenía 20 años
¿por qué no me lastimaron con un cuchillo?
estuve alerta bajaban las escaleras pero nadie las subía
por mí
un blando perfume de violencia se sacudía como un
insecto.
No tenía perchas. La ropa que lavaba se acumulaba sin
planchar.
Deseaba ser vaga y misteriosa. Sólo atinaba a desplegar
las manos en el lavatorio enjuagando pañuelos.
El invierno era azul en la ventana alta. No había
paisaje. Un vidrio helado era imagen de luz y de borrasca.



y ella dijo: __ estuve ausente en esos días
de invierno.
Retrocede la sombra de la hiedra, como un culpable en el
porche oscuro
y ajena a la rejilla que traga las lluvias en el patio
estuve en otra parte. El mundo era vastísimo exis-
tía otro rincón donde entregarme y allí estuve; sumida en
el temblor del acorralado.
Vuelve el verano como un animal lustroso y jadeante;
empecinado en embestir la puerta de mi casa
pero no estuve en los días de invierno. Necesito la helada
monótona, el brusco descenso de la luz.
y ella dijo: __ mañana otra vez es tarde.
No estuve frente a la estufa cuando repetía sus simulacros
de fulgor. No estuve sobre el plato de estaño. Delineada de
vicisitudes, mi boca era hambrienta, de una torpeza
antigua
suponía roces de arenas,
suponía el ascenso en desnivel de las vías congeladas
y ella dijo:__ ¿no es inútil recordar el
invierno en que dormía en otra estación aislada?
los contornos del banco en el andén se disolvían en
sombra
y no era invierno
y ningún clima cierto me daba su apariencia.

Fui quitada de la razón
apartada con sandalias en la nieve.



y ella dijo: __ sospecha de esas blancas
formaciones femeninas, con mucho taco, con mucho rubor
en los pómulos altivos.
Sospecha del rouge espeso que transforma la boca en
trazos de profunda herida
desconfía del raso, del satén, de aquello suave al tacto que
desparrama en tu vientre, como una mancha de aceite, tu
voluntad de asesinar
sospecha de los primeros pudores y de las últimas lágrimas.
Si ella es rubia y procaz, desea ser reducida a escombros.
Si es oscura y caprichosa, no se calmará hasta tener un
balazo apartando en mitades simétricas su larga garganta.
Padece esa suavidad sabiendo que su contacto es
venenoso.
y ella dijo: __ dime horror que me calle !
dame belleza y sabré ser estúpida.



y ella, dijo: __aceptaré otro día tu invitación
otro día, con otros ramos cayendo en adoquines
otra invitación, a otras sábanas,
a otro raspado paisaje que se demora inútil.
Tendré otro cúmulo de turba sobre mi boca,
otro aire encerrado entre el corsé de láminas de vidrio y la
piel como otra lámina de una revista antigua viejas
sofocaciones rostros con pómulos iluminados por
lámparas de estudio
y ella dijo: __ otro día tu invitación será estéril una y o-
tra vez.
Si rozas la cicatriz en mi cuello sabrás de mi trato con
otros criminales.
Si aferras mis muñecas la infancia caerá en un charco
de sangre.





Anochece sin dejar rastros.
Elefantes de sombra crecen desde la estación y avanzan
como pesada emanación de los trenes.
El calor se prende en los techos como un broche
antiguo y en las terrazas, el alquitrán reblandecido se
derrama como algo viudo que no encuentra orden
y ella dijo: __ han visto en la ventana mi
cara de víctima. Es marzo. Pronto mis amigos bailarán
boleros en el patio y es engaño esta liviana alfombra de
hojas en la vereda ancha.
Anochece y no quedan restos.
Se aglutinan las voces en un fango de.palabras. Durante
días llovió en Once y ahora el barro perdura.
De aquellas tardes, el resplandor del agua en las calles, el
viento agrio que apartaba y manoseaba las piernas de
mujeres fijas en la intemperie como un contorno en una
moneda, los zapatos con una humedad de pozo y la
tristeza con su resuello de animal carneado.
Pronto los amigos bailarán boleros en el patio porque
es bello querer en vano y girar en baldosas frías.
y ella dijo: __ el columpio en la nieve
continúa quieto. Nadie te recuerda con zapatos blancos
izada como un trapo rendido.
Nadie repite tu nombre con rencor
nadie te imagina,
lenta y delgada como una cinta de pasto crecida en el
fango.
Anochece y los escombros se hunden en la fuente del
parque.
Recibe de mí este arduo quitar las hojas secas de la
hiedra.
Los animales que maúllan entre arbustos, quítalos, no
les permitas continuar en mi nuca implorando
recibe de mí este lastre: la saliva de las enamoradas
corroyéndose en las bocas de piedra y aún el musgo que
cargan los objetos deslucidos y ajenos.
Se repiten las luces curvas de las lámparas en mitad del
empedrado. Se detienen los ómnibus en el galpón helado
y la pena es ese columpio vacío sobre la nieve.
Recibe de mí el aullido de cachorros atados; sus hocicos
húmedos que olfatean la sangre de los lastimados como
algo familiar
y entonces toma de mí el sombrero que oscurece la boca y
la enagua que resbala por los muslos como mercurio sobre
una mesa de billar.
Toma de mí esa inocencia: aceptar las caricias del
asesino.


Tangos del asesinato

Desde la mitad de su crecimiento las mujeres son
cuidadosamente envenenadas
MAX ERNST


Todo es desorden.
No pidas otro lugar que aquel espacio de cardúmenes.
No devores otro pan, otro licor de sueño.
No pidas otro rencor que esta mesa que tanto has
codiciado.
Yo no soy tu pesadilla y no puedo consolar el cansancio
de los materiales.
¿Para qué deseas tu pequeña maceta con tulipanes
misteriosos?
¿y las alfombras de pesada lana donde los pies se deslizan
como algas en la oscuridad del mar para qué?
Yo soy la que te dice que tu suerte es poca cosa. Sólo la
trivialidad de tus cabellos cepillados para que brillen hoy
en la tormenta.
estúpida noche estúpida en todas sus ventanas sus
bancos de cemento en parques vacíos. Llueve con
agitación
no hay horror si uno respira con suavidad sobre los
vidrios. El paisaje se empaña. Regresan las hojas del nogal
apretadas por el remolino
y este rincón, esta mesa de estuque rojo, parecen ser
pasión de muchachas advenedizas. Las invitaría a
retirarse si la calle no fuese tan brutal; pero estos pasajes
+que perfuma la mandrágora no abrigarían a unas mu-
chachas que se alejan con perlas en las orejas.
No soy tu araña de gruesas patas angulares. No soy tu
destino errado.
Responde al terror con otro veneno en los labios.
Cuando miras a tu padre romper botellas contra el marco
de la puerta cuando tu madre se mueve con un
arrastrar de toallas en el pasillo y los niños están con sus
opacas cabezas cubiertas por una sábana de lino. Si tu
hermana clava su mano con el huso de vidrio y la belleza
la duerme agotada
y la enfermedad palpita en esos dormitorios donde no
quieres entrar porque ahí es pobre tu cuerpo, porque allí
tus uñas crecen curvas y los muebles tienen esa suavidad
inconclusa de la demencia.
No creas que mi rostro de barco es para esos corales.
No soy tu naufragio. No soy el fuego que mentía un
faro en la playa de piedra.
La tormenta es inmensa sobre los autos estacionados en
la avenida. Esa es la verdad: no queremos mojarnos
se desbordan las alcantarillas, se deshacen los papeles
arrojados por el paseante con dedos idiotas y una pasta
hecha de sucios fragmentos, del reflejo de difíciles ojos
impregnados; va cubriendo el asfalto de desviaciones.
Sollozar no sería dramático es tan escasa esta noche,
tan ingratos sus mástiles banderas de cenizas sobre
nuestros hombros desnudos las nubes se mueven
estremecidas y pequeñas, frías luces disminuyen en
sombra
y ustedes cuentan el gemido de la madre en el dormitorio
de paredes bloqueadas. Ustedes, que han visto al padre
golpear a la madre como un paisaje de campo desde la
ventanilla del tren.
Ustedes que no han nacido y están rotas como los
pequeños huevos de codorniz hurgados por la comadreja.
Yo no soy nada de esa corteza amarga que empujarán
contra los dientes, invierno comido por invierno. Sube los
peldaños de la escalera y mira
yo no soy tu destino. Sólo soy la que lleva la vela en la
mano e ilumina el descampado.
Además están los sencillos manteles las hamacas donde
el sol ilumina tu cuerpo temeroso el amante que te
obsequia un collar de perlas y al inclinar la cabeza,
escuchas el sonido del broche cerrándose
los cuchillos que brillan sobre la mesa de la cocina, o el
ruido de la loza en la pileta, serán todo el placer.
No soy tu destino. Siempre es amargo el deseo entre
objetos olvidados. Soy la que atraviesa la escena con su
candelabro de hierro
soy la que atraviesa descalza el monte fúnebre donde
brillan los dientes de jabalí.

LEONOR GARCÍA HERNANDO nació en San Miguel de Tucumán en 1955. Integró el consejo de redacción de la revista Mascaró. Publicó los libros de poesía "Mudanzas" (1974), "Negras ropas de mujer" (1987), "La enagua cuelga de un clavo en la pared" (1994), "Tangos del orfelinato/Tangos del asesinato" (1999) y "El cansancio de los materiales"(2001)
Gran recitadora de su poesía, su última lectura pública fue el 22 de marzo de 2001 en la Universidad de las Madres.
Falleció el 30 de Marzo de ese año.

Saturday, December 18, 2010

LUCIANA "TANI" MELLADO


Tus ojos I
A Andy

Nada es inocente en este mundo
salvo tus ojos.

Tu cuerpo quemado / incendiado por los años
dibuja dos grandes soles
anillos sabios que te acercan a lo divino.

No exagero, es cierto, todo sobra en mi casa
todo es olvidable
menos los puentes acuosos de tus ojos.

Como aquello que ignoro conociendo
o mejor aún lo insondable de vos.
Te oigo desde lejos.


(Las niñas del espejo, 2006)

Resoluciones de la distancia


Ya no voy a morir en tus párpados abiertos
en el gesto despejado y sobrio
con que mirás el mundo cuando te dejo.
Ya no voy a dejar que cosas
con tus hebras de infantil ternura / mis heridas
cuando me despido en la distancia / de tarde siempre
en algún andén impar, en una ruta.
Ya no voy a desertar de tus ojos abiertos
estanques de agua tibia donde nadan
las más pequeñas larvas,
las más cándidas y frágiles criaturas.
Ya no voy a partir más debilitada
mientras tu forma, la más amada,
se pierde entre la gente
que te atraviesa con premura
y extravía tu rostro, tus cabellos,
tu inefable dulzura en la distancia.

(Crujir el habla, 2008)


Sorda y silencio

No te vayas
tu silencio llenará la casa
si te vas
me aturdirá cuando esté sola
y pueda escucharlo


El cuerpo y la nostalgia

A mi abuela

Vagidos secos anuncian la aurora sin que nada inaugure el sueño
o ¿debo decir que soy yo quien te mira las manos
telaraña de belleza, ternura desgarrada?
Esto ocurre en un lugar intraducible donde la muerte bebe
la inocencia de niñas muertas
que nadie busca / que nadie reclama.
Una procesión atraviesa el sendero de tus ojos cerrados
camino breve que dilata el sueño, jardín de malezas y de lluvias
animal que huele el precipicio y arremete.

(Las niñas del espejo, 2006)