Wednesday, July 28, 2010

JUAN OCTAVIO PRENZ


BALADA DE LA VACA MADRINA

Mi padre trabajaba en el frigorifico Armour de Berisso.
Allí, lo dije ya, dejó su juventud y sus huesos.

Nunca hablé de su frustrado crimen.

En las sobremesas nocturnas me contaba de la vaca madrina.
Siempre al frente, oronda y feliz, conducía a las demás a
la muerte.
Una vez que el largo cortejo arribaba al final del brete,la
vaca madrina hacía un giro a la derecha y regresaba.
Sana y salva por otro brete.
Las victimas seccionadas con esmero, terminaban
despues de un largo proceso en forma de salame o
sobre una parrilla o...

¿Has visto alguna vez los ojos de una vaca?,me preguntó
un dia mi padre.
En tantos años de trabajo era imposible no terminar
enamorado de las vacas.

Cuando llegó el momento del sacrificio, mi padre, por
justicia o por piedad (¿quien lo sabe?)pidió ser el
verdugo.
Y le dieron la cuchilla de mejor acero.

Cuenta que le miró los ojos y que nunca supo si le
hubiera dado o no la cuchillada definitiva, porque así
como así, la vaca madrina bajó los parpados y

se derrumbó para siempre a sus pies.

DESTIERRO
Una rosa de los vientos
que gira como una ruleta
sin detenerse jamás

Sur


VIGILIA

Es fácil con el largo vino perder la cabeza y la memoria,
recuperar con el largo vino la cabeza y la memoria
inexistentes.
Es fácil la ausencia, el arrebato, el olvido.

Y qué no decir de los cuerpos que inventa el vino o la
oscuridad, Naturalmente, menos cuerpo y menos
invento que la piel que te espera.

Hay que hacer el amor con los ojos bien abiertos.


CUADERNO DE BITÁGORA

Quiero explicarte el mundo para calmar tus lágrimas.

En alguna hora del día tu vuelas y el ave se arrastra
y como peces nadan los hombres.

En otra hora tú nadas como un pezmientras las aves
caminan y los hombres vuelan.

En otra hora del dá los hombres se arrastran, revolotean
los peces y tú caminas.

¿Te lo repito?

Juan Octavio Prenz nació en La Plata en 1932. Vivió en Belgrado entre 1962 y 1967. Vive en Italia desde 1975. Ha desarrollado una importante labor como traductor al español de la poesía yugoslava. Publicó numerosos trabajos críticos sobre literatura hispanoamericana y la literatura comparada. Entre otros publicó los libros: Cuentas claras, Apuntes de historia, Habladurías del Nuevo Mundo, Cortar por lo sano, etc.

Friday, July 23, 2010

JULIO "MOCHI" LEITE


Bar Unicornio(Creencias populares)

Diciembre.
Las putas
sobre la ventana
del burdel,
con lucecitas de colores
dibujan un árbol de navidad.
Ellas saben
que Papá Noél
no existe
Será por eso
que cuando se abre la puerta
y entra algún
obeso hombre
oliendo a cerveza
y las abraza
y ríe gravemente
le piden un trago
y lloran
mirando más allá de la ventana,
más allá del árbol dibujado.

AL DESAMPARO
Todos los arquitectos
por estos lados
se preocupan
por la caída
que hay que darle
a los techos.

Media agua
a dos aguas.
Yo, mientras tanto
media ginebra,
dos ginebras...
Miro el cielo raso
de tu ausencia
y eso no me salva
de tu lluvia.

Nocturno ebrio
Regreso a mi casa
y en la esquina de Bilbao y Don Bosco
pongo una flor en mi solapa
de apio magallánico
-calzo el olvido en mi solapa-
He recorrido
todos los bares de mi barrio,
todos
esta noche.
Por ejemplo
a las dos de la mañana
en los “Tres Barrilitos”
me atendió Gabriela,
al yo no tener dinero
ni gracia
ni conversación
ni ganas,
se fue como tantas
guardando sus masajes
y manzanas
para otros parroquianos.
Retornó a lo más profundo
de ese paraíso de humo
meneándose al tonto ritmo
de una cumbia villera.
Hoy,
fuera de mis efluvios alcohólicos
rememoro
con la boca áspera de tu recuerdo
que ella, Gabriela
por lo menos me contó
de su nacencia en Santa Fe
y yo aún no sabía
donde iba a morir
en esa noche
lejos de la patria de tus ojos.
Luego me habló
de Paso de los Libres
y de pieles vendidas
y vergüenzas,
mejillas rojas de distancias
de parientes e hijos
y caricias mentiras.
Corrientes extrañas
-me explicó-
la arrumaron
a la siempre noche
de este pueblo.
Tengo masajes –me dijo-
No tengo plata –respondí-
¿te queda memoria?
-Silencio patagónico-
Mientras ella
me acariciaba la entrepierna
me acordé de mis hijos
y con suavidad de lana
retiré su mano,
pagué la copa que bebía
y me fui…
De regreso a mi casa,
frente al bar de Tebes,
puse una flor
de apio magallánico
en mi solapa,
doblé por Don Bosco
y entre el “Sol de Mayo”
y el “Blanco y Negro”
al fondo,
me acosté sobre el lecho
de tu ausencia.

Thursday, July 22, 2010

FRANCISCO MADARIAGA



Rehén de la colina

Oh candoroso embriagado entre loros,
entre isletas subiendo hasta el nivel de la colina,
canta en tu boca el canto ardiente de otra boca,
y cuando la sangre sube hasta tus ojos es
porque están quebradas todas las fulguraciones
del sollozo en tu pecho.
Canta, viejo rehén de la colina.
Arde, candoroso de alcohol negro, que con palmas
salvajes tienen hijos que retornan al viento,
al gemido del clima en el olor áspero y cruel
de las arañas del estero,
en aquel paisaje de cristal desprendido del fuego.

Asombra al mundo en un paisaje de enero,
oh demente,
oh luz de la humedad.
Ah colgado sediento de unos ojos,
duerme, duerme bajo la luz del padre al otro
extremo del poder y la delicadeza.
En tus ojos la berlina del viaje amarillo arde
helada.
Beso tras beso el pasajero toca la raya de ácido
caliente del retorno.
Sé piadoso con el otro limite de tu fragilidad,
padre aletargado por el sol,
presión de la locura de una tierra suspendida en
la tela del agua y del fuego.


El riesgo de la verdad

Caes en mí como una brusca levedad del clima,
del agua,
de una oblicua y desterrada colina,
castigo delicado de un paisaje solamente hollado
por su propia demencia.
Mi desnudez asume así tu cálido cristal
y se destina más al fondo del celo
con piel sonriente candente de tu herida.
Adorada mía tapizada de rayos,
con tu colina bajando todas las aguas de la locura.
Niña mía, con la boca cargada del esplendor del
plátano, alguien, alguien tiene que depender
del canto.

Rasgada de topacio

A Olga Orozco, 1991

Le dije que se pusiera su sombrero
y dejara deslizar una arboleda de sol
... por la orilla del mar.
Había tanta sonrisa en su boca sonora
y a veces frecuentaban sus labios los
... bares del coral.
Su memoria barría los barrotes de todas
... las prisiones.
Era la hija del sombrerero de dios que pasaba
... en un celeste y rojo carruaje,
ardiendo de amor al regreso de los reales
... horizontes,
y en el olor a su carrera de ayudante
... salida del polvo de las hadas,
su tránsito real ardía ahogado por la
... sangre de pleamar.
Ayudante rasgada de topacio en el
... corazón de la inmortalidad.

Viaje estival con Lucio

-Aquí ya empiezan a haber caballos-
... me decía.
Y el viento del nordeste comenzaba a ser verde
... entre los colores del agua de la infancia.
Estábamos ya muy lejos de los bronces, los
... mármoles y los floreros pintados "al gusto de
... la familia" en los cementerios municipales.

Todo aquello quedaba atrás, y el sueño del viejo
... tren casi fluvial nos envolvía.
Mi pequeño hijo de siete años y yo teníamos en
... las manos las ramas de las estrellas y
... el resplandor lentísimo de los ríos rosados,
... donde sangraba el sol de los caballos, las
... vaquerías y las antiguas guerras.

Era el primer viaje solos en el tren marrón que
... no quiera morir.

Monday, July 19, 2010

CLAUDIA MASIN


Resistencia

Nací en una ciudad rodeada por defensas de tierra.
Montañas de utilería para que cuando llueva,
el río, en su crecida, no invada nuestras casas
y arrase la ciudad. Pero se ha tenido la precaución
de construir murallas precarias, abiertas. Para mantener
al enemigo vivo. Los que hemos nacido en Resistencia
Tenemos para qué levantarnos cada mañana:
Quien tiene a qué temer ya no está solo.

Aquí, el uniforme de guerra incluye botas de lluvia
amarillas. Nos sentimos impermeables
cuando caminamos por las calles, cómplices
como sobrevivientes de un desastre secreto.
Una vez, la lluvia nos sitió por tres días y tres noches.
Los chicos soñábamos con la amistad del agua,
salir descalzos a la invasión, cada gota
un disparo fresco en el pecho. Pero permanecíamos
tras las trincheras, cristales dibujados al vapor
como nuestros nombres. Casa de agua.
¿Un barco ebrio? No, mi casa era un blanco quieto.
Guardado en una botella, como una cabaña de los Alpes,
una miniatura olvidada en un estante.

Soñé entonces con construir un arca, pero no llevaría
Animales sino palabras. Las elegiría al azar, por capricho.
Por la música que despedía de sí al ser dichas.
¿No es más importante preservar la belleza que la especie?
Zarparía en silencio hasta que la tierra
Se perdiera de mis ojos por la distancia y el diluvio.
¿Noé sabría de su audacia al huir? Soldado que huye
sirve para huir de la próxima batalla.

¿Y sí escribir no fuera temblar en la tormenta sino
-a lo sumo- presumir bajo el alero?
¿Y si la crecida de las aguas no existiera?
Un mito. La fundación del algo. De una ciudad: Resistencia.
Construida para ofrecerse en un ataque imaginario,
a una corriente asesina que no existe. Acuario seco
en que los peces sofocados resistimos
hasta que las agallas sangran. Nunca fue cierto
que en las guerras se venciera por un arte sutil
de Resistencia.

París,Texas
(Basado en el film de Wim Wenders)

Me gustaría contarte lo que veo, hablarte
de los hoteles abandonados apareciendo de la nada
en el medio de la carretera como castillos solitarios
cuyos puentes levadizos hubieran sido
dinamitados hace tiempo. Me gustaría
contarte lo que veo pero es imposible
hallar un dolor que condescienda
a ser narrado. ¿Vale la pena entonces,
emprender tan largo viaje para ir de un extremo
a otro del silencio? También es imposible
callar por completo: sé que terminaré por llamarte,
como se llama a alguien cuando se está a oscuras,
sin el auxilio de la voz, un estremecimiento
semejante al de esas luciérnagas
que al chocar contra un parabrisas en la ruta,
se deshacen esparciendo una nube pequeña
de polvo y luz, y ésa -quizás- es su idea
de un encuentro.


Sin techo ni ley

¿Dejan rastro los pasos en la nieve, te es posible seguirme
a partir de ese rastro? La soledad se impregna
en cada cuerpo que toco, como la piel toma el sabor
de la sal al contacto con el agua del mar. No sabría
con qué palabras contarte la calma que alcanza una mirada
que no desea nada en lo mirado, o apenas
algo de calor, un fuego encendido con los pocos leños
reunidos a lo largo del camino. ¿Cómo hablarte
de cada noche que paso sin ansiar que amanezca,
sin ansiar esa larga sucesión de mañanas desprendiéndose
de ésa
que ya no espero? ¿Cómo soporto la noche, entonces?
—preguntarías— ¿con qué excusa o qué fuerza?
Te diría: un esquimal soporta la presencia
material del silencio porque cierra los ojos e imagina
la música de las olas al rozar la arena en una playa desierta
retirándose y volviendo para sonar, una y otra vez,
como una orquesta.


El regreso

¿Qué trae el padre de su largo recorrido por los campos
amplios y planos como pasillos de hospitales donde él,
médico viejo y cansado, pasea su mirada pacífica, experta,
sobre todas las cosas del mundo como si fueran suyas,
las hubiera tenido en la mano tanto tiempo
que conociera sus exactas concavidades y accidentes?
No hay nada nuevo para él, ¿pero y nosotros?
¿Preguntándonos el cómo y el porqué, desasidos como estrellas fugaces
de la generosa custodia del cielo, nosotros cómo hacemos
para mirar las cosas sin angustia, sin que nos sobre o nos falte
siempre algo: una medida quizás, cuya ausencia hace imposible
caminar sin tropezarse a cada paso?
¿Qué mirada capturó de la muerte en sus ojos, qué amor
hizo descender sobre él para después dejarlo ir,
pájaro rapaz que de un momento a otro se volvió compasivo
y desechó los restos que le eran ofrecidos,
con la magnanimidad de quien ya fue llenado, está completo?
¿Pero y nosotros, a quienes esos restos cubrirían los huesos?
No podemos pedir, ya está perdido
lo que quedaba, lo que había de más.
¿Madre, por qué no dejarme salir a los caminos, entonces?
Si no hay nada que él traiga en los brazos, ¿por qué no dejarme
ir yo misma a buscar, si ese regalo que él esconde
cuidadosamente bajo la cama es una caja vacía?
¿Qué va a ser de nosotros ahora,
si es, y siempre fue mentira que de los baúles sacaba
objetos maravillosos, que podía enseñarte a pescar peces
de aletas brillantes como una moneda al sol? ¿Si es mentira también
que con sólo raspar un carboncito contra su pecho creaba el fuego
que iluminaba la superficie curva de la tierra, la geometría perfecta de la casa,
o que a nuestros cuerpos pequeños, con sólo mirarlos,
los volvía exuberantes como si fueran plantas parásitas colmadas
por la savia de otra planta? Dame la libertad, entonces
para soltarme de esta atadura que no ata a nada,
que yo de todos modos ya lo sé: hay un cielo
como hay una tierra, hay un desorden que, extrañamente, nos cuida,
hay quien desata la peste y a veces hay cura, hay mañanas
donde vamos a ser niños una vez, una vez sola,
para poder ir tomados de la mano de él,
de él que es esa tela secándose al sol
los días de buen clima, ropa dejada por un muerto, no me mientas,
no hubo padre ni habrá.

Claudia Masin nació en Resistencia, Chaco, en 1972. Es psicoanalista y escritora.
Vive desde 1990 en Buenos Aires.
Publicó los libros de poesía "Bizarría", "Geología", "la vista", "El secreto (antología 1997-2007)" y "Abrigo". Su libro “la vista” obtuvo el Premio Casa de América de España en 2002 y fue editado por Visor. En el curso de este año se publicará su nuevo libro de poemas “La plenitud”
Textos suyos han sido traducidos al francés y al portugués, y publicados en diversas antologías de Argentina y el exterior. Ha creado y coordinado, junto a artistas de diversas disciplinas, ciclos de poesía como "El pez que habla" y "La musik”. Coordina talleres de escritura desde 1998.

Sunday, July 18, 2010

LEOPOLDO CASTILLA


SUDESTE

II

Tiene temperatura de parto
la noche de Bangkok. La oscuridad
oleosa
corrompe lo que va a sobrevivir,
asfixia la cuchillería
de los peces secos,
entumece el verde
para que al alba tenga su ataúd el agua
y en los mercados
la misma luna
menstrua
en el bulto que duerme en la vereda
y en el ojo del gallo
que peleará mañana.

No pasarán de esta noche
el dios grasiento que las moscas
desahogan,
el árbol enfermo por su propio perfume
donde un hermafrodita ofuscado
se ama,
este cirio que ha debilitado el infinito
ni los fuegos llorones de fritangas.

Todos, empobrecidos, girando lentos
en esta resaca de la selva y el mar.

El día sigue oculto
en la noche
como el sol dentro de una iguana
es esta corona de flores amarillas
que flota
ultrajada
en el río

todavía caliente
todavía sagrada.

V

¿Quién puede decir que estuvo
en lo desencadenado
en estas tierras de mutación
donde los cadáveres brotan de sus flores?
Como el inmortal baniano
ese árbol pariéndose
a sí mismo,
deudo y difunto simultáneo
así el muerto
come y bebe
en la fiesta de sus funerales.

Aquí la unidad es el laberinto
y no hay un solo nacimiento
en tanta resurrección.
Número contra número
he visto, no más caer,
mi semen
devorado por las hormigas,
en el fondo del mar
a los corales
detenerse en el rayo
y en un río de la jungla
al agua suicidarse
vomitando fuego.

Todo extinguiéndose para salvarse
de esta plenitud, de esta alegría
que con delicadeza
ovula el exterminio,
mientras los árboles olfatean
la fiebre de la transmutación,
su largo día,
y suenan altísimos de modo
que no toque tierra la noche.

Esas fosforescencias somos nosotros
viviendo en la distancia que hay
entre el pez yendo a ser hombre
entre el hombre
yendo
a ser pájaro

todos con su verdadero cuerpo ausente
como la arteria suelta
de la libélula roja
o el Phra Ruang
el pez transparente de Sukhotai
ánima en el agua
donde pestañea su esqueleto.

Nadie puede decir que estuvo
sino suspenso
en el lenguaje de la selva
igual que un ciego
en una jaula de mariposas.

Ni siquiera este muerto podrá partir
aunque le ofrenden gotas de agua
para que vuelva
por las claridades
aunque suene el gamelán
para que escuche
la forma de la tierra
o le prendan fuego al toro
negro y dorado
que lo contiene.
Cada llamarada trazará un tigre
quemándolo,
una víbora que salta
como un nervio entre dos luces
por la hoja del banano
y se iguana en un río
se martiriza en una garza
hasta que la jungla
la disuelva en sonido.

La selva se encierra con huidas.
De la forma del muerto
sólo queda este humo que entra en los pulmones
como un cielo que se descerebra

Y un ausente
que ha florecido el fuego.

VI
A Gonzalo Rojas


De entre todos alabo a Ganesh
el dios de cabeza de elefante.

Tiene la sabiduría
del que conoció con el cuerpo.
Cerró su mutación
(siempre el más increíble
es el más verdadero.)

Los mediodías
se apoyan
en una mariposa
una telaraña puede
sujetar al viento
porque él,
enorme,
danzó sobre un pie.
Desde entonces
lo débil
sostiene el firmamento.

Como él
somos nosotros
esta aleación
de la gravedad y el pánico.

¿Quién puede soportar
sin desfigurarse
el peso de sus sueños?

Alguien se cría en el fondo de uno
- y no es uno –
comiendo tus pedazos.

Sólo quien reconoce su otro animal
resiste lo sagrado.

X

No está ahí
ese hombre solo
en cuclillas bajo la tormenta
mirando el débil campo de arroz
cómo el agua destruye al agua
y a su arrozal
del que sólo le queda
el escalofrío.

No hay hospedaje en él
para que vuelva
el hombre que fue
y el hombre que no ha sido

(de desolación a luz
sólo es posible
la simetría del desequilibrio.)

Este día lleno de nunca. En algún sitio
flota inválido el sol
y el grito de un pájaro
ha raído el atardecer. Nada se conmueve
y sin embargo
hay un viento enorme que no se ha ido.

Un extremo del horizonte se alza

y se derrumba
hacia el pavor
por un plano inclinado.

XI

Las canoas traían el rambután,
en vela
la sandía amarilla, durián y mango,
fueguitos
descorazonados
de sus casas
y recién asesinada
la carne
que no pueden tocar las mujeres
porque ellas tienen
la carne imaginaria.

En el mercado flotante
la muchacha de siete sombreros
vendía la risa
del maíz
del ananá
la lámpara
y al ofrecer el color
en celo de una fruta
traficaba una esclava

para que un hombre
un fruto
devore a otro fruto
una gravedad a otra
y se despierte el mundo
sexuado
por sus desapariciones.

Han vendido el día.

El río se desierta

la corriente se roba una naranja.
En la sombra del agua
pasan víboras,
las últimas
horas sueltas.

Friday, July 02, 2010

MARCELO CARNERO


a Sur

"Voy hacia lo que menos conocí en mi vida:
voy hacia mi cuerpo"
Héctor Viel Temperley

El extraño
No tengo más raza
que mi boca

el resto
el cuerpo
un tendón

Ir hasta él
dar lo que queda.



Reflexiones sobre el hueso del tahúr
No es fácil
encontrar el principio

La mosca
podríamos decir

un flemazo de sangre
envuelto en algodón
un diamante de veda

La mosca dijimos
como un cuerpo ciego
nulo en el espectro

¿cuántas mañanas
fue el martillazo
del disparo una mentira
antes de hacerse
el lugar de su memoria?



Tratado de cuerpo
La falta de memoria
me produce terror

como el frío

hay algo a lo que no
me acostumbro

porque aquí hubo un nombre
y ya no hay nada.



Asunción de pacto
Padre
detrás del cuerpo siempre
la sangre pulsa a fuerza mariposas

El agua en tu presencia es una sola

Por ir hasta lo tuyo
por la lisura blanca
de las suaves antenas

la luz desvencijada en los armarios
y la lenta palabra que no alcanza.



Arte de guerra
El sonido
le cruza una mordaza al día

así la curva es lenta
y supone una piedra

El rito a una piedra:
Ser un pez en el velo
del barro hasta el hartazgo.



Observancia del puerperio
Doy en terrible encantamiento la palabra
la lluvia ha cesado

dejando este poro como obsequio
lavo las dos semanas de mi cuerpo
sin tocar.



Elevación de la peste
A veces no podemos ni mirar
las moscas en nuestro odio
y aunque no sabemos
nos abrazamos

Flotan rubios racimos de ojos.



Pregnancia del velo
En el pecho trepanan las cánulas vacías
de una misa avanzada con esquirlas de sangre

acá hay nombres de leche
que cifran su marea
como piedras rajadas que se duermen

Decrecen

Entonces no es mentira
que el aire es filamento
de un ritmo

será que yo no entiendo que el amor
es un espejo hecho de lo extraño

Al borde de los números de hoy y los orines
el futuro mosaico de la ausencia

burbujas de mercurio hacia el techo.



Sentido de la oración
Está mi madre atenta a los orines
no hay hijo sin belleza que se eleve

Abre en mí el pecho
me trabaja con finos movimientos

y en ruidos me deforma.



Asunción de pacto
Está el padre sentado
sus manos bendecidas como tropas

padre de las dos guerras de mi vida
me llama con dulzura a la memoria

yo deseo en su nombre y no me veo.



El extraño
Por la boca
que no tengo
habla

silencio
en el silencio
en el silencio.



Oficio de lo rígido
El dolor sabe hacer

Como una leche fría
se me entrega lo oculto

Vientre sin madurar
me anticipo al silencio

Se me cae la boca
pero no digo nada

Ahora que lo sé
pena por cuerpo el otro.



Concepción del rictus
Salgo
la humedad
me deshace

sal y sal
rayo la estrella

Mi miedo en una voz se talla.



Arte de guerra
Hay una razón en este ejercicio
incompleto de decir

mi pequeño quirófano nocturno

la mutilación del lenguaje
y estos cuerpos que no mueren
pero se pudren.



El extraño
Y en tu boca
se me laven las manos
de tu luz
que me abre transparencias

no habrá sitio más huido
que este cuerpo.



Proscripción del deseo
Mi madre que espera que su hijo no la olvide
sobre los instrumentos que han usado los hombres
lamparón amarillo en las camas de junio
su domingo y su ramo de muerte entre los labios

Desde tu camisón me persigno los soles
desde tu tiempo hartado, desde tus animales

Mi madre fue la sombra que no me supo nunca
y su pan siempre es poco y su cuerpo un sudario

¿Qué has hecho de tu carne?

Afuera llueve madre a fuerza de otros mares
a la altura en que todo nos mira desde el mundo

He lavado tus manos repletas de otros nombres
entendiendo el cansancio que es la ley de tu día

No hay hijo sin belleza que se eleve
Ni madre que deseándola sea mía.



Asunción de pacto
El hueso de la luz
amanece su calcio

La muralla de lluvia
se marea en los ojos
el velo de los hilos
del tabaco

Bajo al silencio de agua

Soy otro
no me veo

Tengo miedo de ser
ese es el nombre.



Oficio de lo rígido
La piedra
matando
cansa.



Refugio de los que hablan
Como si en el pequeño
corazón de este mundo
fuéramos encontrados
besándonos los ojos

Un día estaremos solos
no vendrá la mañana.



Elevación de la peste
Vuelta mi madre de muerte abierta
mantenido a nudos el cuerpo
cifrada ahora su fragancia
en la insistencia del cadáver.



Oficio de lo rígido
Camino
golpeo algo con mis manos
y ante el agite de moscas grito:
de este cuerpo comemos todos.



Proscripción del deseo
Y salir de la madre
como del espejo

Lo descomunal
de ese no retorno
lo que no aprendemos

romper con la sed
de una saliva hecha de ardores

Hasta la médula
la sonda del incendio insoportable

no retorne yo
con la mano hirviendo
a tocarla

ni a suplicar su olor

cuando por la rotura
entre a la madre a buscarla.



Tratado de cuerpo
La misa
unge transparencias

mi padre me fascina
alto
como una lúmina caliente

es un santo con guantes de boxeo
un cuchillo de amor de hoja ceniza

Guacha como un cordero
la carne entra al silencio del aviso

¿Quién veló mi memoria hasta las letras?

Hasta que en mi recuerdo
se destierre su nombre
fecho la discusión con la palabra.

Marcelo Carnero nació en Buenos Aires en 1978, publicó Tratado de cuerpo, Ediciones La Carta de Oliver, Buenos Aires, 2008.