Thursday, July 22, 2010

FRANCISCO MADARIAGA



Rehén de la colina

Oh candoroso embriagado entre loros,
entre isletas subiendo hasta el nivel de la colina,
canta en tu boca el canto ardiente de otra boca,
y cuando la sangre sube hasta tus ojos es
porque están quebradas todas las fulguraciones
del sollozo en tu pecho.
Canta, viejo rehén de la colina.
Arde, candoroso de alcohol negro, que con palmas
salvajes tienen hijos que retornan al viento,
al gemido del clima en el olor áspero y cruel
de las arañas del estero,
en aquel paisaje de cristal desprendido del fuego.

Asombra al mundo en un paisaje de enero,
oh demente,
oh luz de la humedad.
Ah colgado sediento de unos ojos,
duerme, duerme bajo la luz del padre al otro
extremo del poder y la delicadeza.
En tus ojos la berlina del viaje amarillo arde
helada.
Beso tras beso el pasajero toca la raya de ácido
caliente del retorno.
Sé piadoso con el otro limite de tu fragilidad,
padre aletargado por el sol,
presión de la locura de una tierra suspendida en
la tela del agua y del fuego.


El riesgo de la verdad

Caes en mí como una brusca levedad del clima,
del agua,
de una oblicua y desterrada colina,
castigo delicado de un paisaje solamente hollado
por su propia demencia.
Mi desnudez asume así tu cálido cristal
y se destina más al fondo del celo
con piel sonriente candente de tu herida.
Adorada mía tapizada de rayos,
con tu colina bajando todas las aguas de la locura.
Niña mía, con la boca cargada del esplendor del
plátano, alguien, alguien tiene que depender
del canto.

Rasgada de topacio

A Olga Orozco, 1991

Le dije que se pusiera su sombrero
y dejara deslizar una arboleda de sol
... por la orilla del mar.
Había tanta sonrisa en su boca sonora
y a veces frecuentaban sus labios los
... bares del coral.
Su memoria barría los barrotes de todas
... las prisiones.
Era la hija del sombrerero de dios que pasaba
... en un celeste y rojo carruaje,
ardiendo de amor al regreso de los reales
... horizontes,
y en el olor a su carrera de ayudante
... salida del polvo de las hadas,
su tránsito real ardía ahogado por la
... sangre de pleamar.
Ayudante rasgada de topacio en el
... corazón de la inmortalidad.

Viaje estival con Lucio

-Aquí ya empiezan a haber caballos-
... me decía.
Y el viento del nordeste comenzaba a ser verde
... entre los colores del agua de la infancia.
Estábamos ya muy lejos de los bronces, los
... mármoles y los floreros pintados "al gusto de
... la familia" en los cementerios municipales.

Todo aquello quedaba atrás, y el sueño del viejo
... tren casi fluvial nos envolvía.
Mi pequeño hijo de siete años y yo teníamos en
... las manos las ramas de las estrellas y
... el resplandor lentísimo de los ríos rosados,
... donde sangraba el sol de los caballos, las
... vaquerías y las antiguas guerras.

Era el primer viaje solos en el tren marrón que
... no quiera morir.

2 comments:

Anahí Lazzaroni said...

¿Miguel de qué libros tomaste los tres primeros poemas de Madariaga?
Gracias

Lucio L. Madariaga said...

Los dos primeros son de "El pequeño patíbulo", el primer libro de mi viejo de 1954.
El tercero es de "país Garza Real", de 1997.

Gracias Miguel por publicarlo.
Un abrazo grande!